domingo, 6 de octubre de 2013

LA SUERTE ESTÁ ECHADA

Breve relato escrito para la celebración de los doce años de Revista Zero, una revista local que apunta a la difusión de la cultura joven, la música, el teatro y la literatura. Han pasado casi dos años desde que escribí esto pero lo recuerdo con una sonrisa tan grande que realmente me hace sentir en una película de Woody Allen, una de esas pocas con final feliz. Buenas tardes. 


La suerte está echada

Hace doce años tenía doce años. Por ese entonces, estaba preocupado por el mundo, más bien por la forma del mismo. Una profesora de Historia me confesó que tiempo atrás fuimos un planeta chato, sí, como un plato. Pensar que los barcos podían caer por el borde del disco no era mi más cercana preocupación, pero ciertamente me intrigaba el hecho de poder cambiar la forma del mundo con el poder de la palabra. Imaginaba una reunión de señores europeos en la que uno de ellos tiraba por la ventana una mandarina e intentaba dejar en perfecta estática un pomelo sobre la mesa. Largas discusiones tuve con aquella profesora. Me recriminaba no estar en una película de Woody Allen; yo le hablaba del derecho intrínseco que tenemos a no creer en ciertas verdades universales, pero ella, como siempre solía hacer, remataba las disputas diciendo “Alea iacta est”. Citar la frase dicha por Julio César al cruzar el río Rubicón no venía al caso, pero ciertamente frenaba mis inquietudes y la salvaba del hecho de no entender nada de astronomía. Hoy, doce años después, reivindico aquél momento, porque en algún lugar, mientras yo discutía acerca de platos playos y mandarinas, una pareja de rockeros mendocinos gritaba “la suerte está echada”.

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